Volverán los abrazos,
las rondas de mates,
los besos sin temor,
las manos estrechadas,
los choque los cinco.
Volverán las noches
en los bares, en la esquina,
las cervezas en el cordón,
los vasos compartidos
al borde de una barra.
Volverán las risas
a cielo abierto, en una plaza cualquiera,
en un banco o sobre el pasto, nomás,
en una tarde que irá pasando de moda.
Volverán los verdaderos miedos
que habitan los aeropuertos:
la despedida,
el último abrazo,
esa negra distancia a punto de comenzar.
Volverá cada cosa
de a poco, tal vez,
o como un rayo urgente,
ya veremos.
Pero no volverán las ganas invictas
de querer un mundo más justo
porque eso nunca –jamás–
se habrá ido a ninguna otra parte.
Luis Zarranz
Read more
Volverán los abrazos,
las rondas de mates,
los besos sin temor,
las manos estrechadas,
los choque los cinco.
Volverán las noches
en los bares, en la esquina,
las cervezas en el cordón,
los vasos compartidos
al borde de una barra.
Volverán las risas
a cielo abierto, en una plaza cualquiera,
en un banco o sobre el pasto, nomás,
en una tarde que irá pasando de moda.
Volverán los verdaderos miedos
que habitan los aeropuertos:
la despedida,
el último abrazo,
esa negra distancia a punto de comenzar.
Volverá cada cosa
de a poco, tal vez,
o como un rayo urgente,
ya veremos.
Pero no volverán las ganas invictas
de querer un mundo más justo
porque eso nunca –jamás–
se habrá ido a ninguna otra parte.
Luis Zarranz